Algunos creen que el desarrollo pasa por una respuesta breve y aritmética: cierto nivel de ingreso per cápita. No estoy de acuerdo. De hecho, nuestro ingreso per cápita es cercano al de Portugal, que el imaginario de nuestra región considera prácticamente desarrollado.
El error es que el ingreso promedio esconde muchas cosas. De hecho, el ingreso por persona de la clase media en Chile está muy lejos de su equivalente en Portugal. La riqueza material es una condición necesaria, pero lejos de ser suficiente. A mi juicio, este no es sólo un desafío de acumulación, sino también de complejidad, tejido social y distribución de oportunidades.
El desarrollo incluye tener un país bien organizado. El mismo ejercicio en otros países llevaría a temas de primer orden como una institucionalidad estable, seguridad jurídica, cuentas fiscales en orden, inflación controlada, un sistema financiero sano, integración global. En Chile, hoy damos esos asuntos por descontados, pero no podemos descuidarlos.
Por cierto, también incluye tener una red de protección social que acompañe a las personas durante su vida, algo que seguimos buscando fortalecer. Habremos dado pasos importantes hacia el desarrollo cuando los servicios de calidad y oportunos no sean sólo para quienes pueden pagarlos. Y en esa senda, también debemos reducir la vergonzosa desigualdad que tenemos, a través de elevar la calidad de la educación, mejorar el funcionamiento de los mercados, impulsar la innovación y la productividad, y potenciar la participación de las mujeres.
El desarrollo también debe reflejarse en cosas que no siempre son medibles ni se logran con una ley. Por ejemplo, tener más confianza en los vecinos y en el que va manejando en el auto de al lado. En no tener tantas rejas ni guardias, pero sí barrios en que hay diversidad y se celebra una fiesta comunitaria alguna vez.
Nos falta tener menos contaminación y más parques. También que cuando conocemos a alguien, que la conversación no dé cuenta en pocos minutos en qué tipo de colegio estudió. Y que nadie se sorprenda porque una pareja gay se casa y tiene o adopta hijos como cualquier otra familia.
Si somos desarrollados me imagino que las familias, aunque tengan dinero, dudan sobre el lugar donde estudiarán sus hijos, porque al colegio privado van más bien los niños a los que les cuesta seguir el ritmo del colegio público. Y que preferimos el transporte público porque es más práctico. Claro, a esas alturas nadie se demora dos horas y media en llegar a una pega y trabajamos menos horas o desde nuestras casas.
Creo que cuando seamos desarrollados tendremos una sociedad menos ideologizada, con pocos partidos y organizaciones muy representativas. La gente se moverá entre ciudades bastante más que ahora. Y espero que en ese momento la equidad no siga estando en el centro de las preocupaciones, porque los esfuerzos de este gobierno y los próximos por mejorar la calidad de la educación y reducir la desigualdad habrán rendido frutos.
De eso se trata: que tengamos una sociedad más rica, pero también más integrada.
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