En 2014, cuando en una columna en La Tercera comparé a Huenchumilla con Obama, varios opinaron que exageraba. En ese entonces no lo conocía tanto. Sabía quién era pero con suerte habíamos cruzado palabra un par de veces. Lo que llamó mi atención fue su paso por la intendencia. Y como, desde el primer día, situó el conflicto sureño en su real dimensión histórica, cultural y política. Eso, hasta antes de Huenchumilla, ningún jefe regional había estado cerca de decirlo. O de siquiera vislumbrarlo.
Este interés me llevó a escribir un libro de investigación periodística sobre su figura. ¿Quién es Huenchumilla? ¿Cómo llegó a transformarse en el intendente más popular de Chile? Ambas fueron las preguntas iniciales. Largas horas charlamos para el libro. Decenas fueron los testimonios. Colaboradores, familiares y también opositores entre los más de cuarenta entrevistados.
El resultado; 294 páginas y una primera edición prácticamente agotada en librerías. También una versión pirata que lidera ranking en las cunetas, me cuentan amigos desde Santiago.
Y es que el libro no solo trata del ex intendente. Es la historia de la Araucanía. Y de un conflicto que a todos, sin distinción quiero creer, nos duele. El mismo que Huenchumilla pudo situar en la agenda nacional con inusitada destreza política y comunicacional. Hasta sus más enconados detractores le reconocen el acierto. Hoy asoma como posible candidato a La Moneda y el momento, créanme, no puede resultar más oportuno.
Es en este punto en que el paralelismo entre Huenchumilla y Obama no resulta una exageración. Como Obama en 2008 con el conflicto racial en Estados Unidos, Huenchumilla tendría en 2017 una potente tribuna para exponer una vez más la deuda existente entre el estado y los pueblos indígenas. Continuar la tarea. Insistir con la pedagogía. Seguir siendo el Pepe Grillo de una coalición ciega, sorda y muda en materia intercultural.
Chile, subrayó mil veces como intendente, debía mirarse de una vez por todas en el espejo de su identidad. En ese reflejo, apuntó Huenchumilla, encontraría la sociedad chilena parte de las respuestas para superar el conflicto. En eso estaba cuando Caval, el escándalo de corrupción política que dinamitó a la administración Bachelet, sentenció también su salida.
Caval implicó la caída de Rodrigo Peñailillo, el principal aliado del camino que Huenchumilla transitaba bajo fuego amigo y enemigo en Temuco. También el cambio de rumbo en la agenda de La Moneda, ya saben, el famoso “realismo con renuncia”. Jorge Burgos hizo de verdugo de lo que fuera sacrificable. Y el tema indígena, una vez más, lideraba aquella lista.
¿Qué ha pasado desde entonces? Fuera de juego el ex intendente y su mirada política con perspectiva histórica, la lógica de las tanquetas, las querellas y la monserga de los “fiscales con dedicación exclusiva” ha vuelto al sur del Biobío en gloria y majestad. Y la violencia, sabemos, solo acarrea mayor violencia. Prueba de ello los últimos acontecimientos en Contulmo, Alto Biobío y Lanco.
Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo, recomendó Albert Einstein a sus estudiantes de física. Huenchumilla, convencido estoy, buscó innovar, se atrevió con un camino hasta hoy inexplorado. ¿Qué mejor tribuna que una contienda presidencial para insistir con aquello? Cuando menos obligaría a los demás candidatos a estudiar un poco de historia. Pagaría por verlo.
Pero todavía más. Entre tanto escándalo de corrupción política y colusión empresarial, su liderazgo progresista es también una buena noticia para Chile y su democracia. “Pancho es un hombre genuinamente de centro izquierda, para nada neoliberal”. Así lo definió en las páginas del sureño diario Austral su compañero en el gabinete del Presidente Lagos, Francisco Vidal.
Un genuino político de centro izquierda. Cosa rara. Y todavía más al interior de la actual DC, liderada por los príncipes del negociado y el acomodo neoliberal. ¿Por qué eligió militar en la DC?, le consulté intrigado en su minuto para el libro. Su admiración de juventud por Frei Montalva y Radomiro Tomic, me respondió. También su formación con los curas capuchinos. Y compartir escuela de derecho en la Chile con los fundadores de la Concertación.
Media vida lleva en la falange. Y si bien critica duramente a su partido cada vez que puede, largarse no es opción. No a los 70 años. Y es que nadie se separa en la tercera edad. Prefiere mil veces enviudar de la DC. Y mientras ello no pase, ser, desde dentro, una voz incómoda. Como lo fue de la Nueva Mayoría en diversas materias, desde la reforma educacional al tema indígena. Una voz progresista. Genuinamente de centro izquierda.
La pregunta del millón. ¿Tiene posibilidades reales Huenchumilla de ser candidato? El mandamás de su partido, Jorge Pizarro, reconoció que ansiaba verlo en la papeleta. Es un respaldo institucional importante considerando lo metropolitano de la cocina política chilena. ¿Hace cuántas presidenciales no irrumpe en Chile un candidato de regiones? Desde Max Neef el 93’, me sopló Patricio Navia en Twitter.
¿Y si nos invita Huenchumilla a construir una ruca grande donde quepamos todos y todas? Si lo hace, qué duda cabe, tiene mi voto.
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