«Imagino un Chile federal, con autonomías indígenas y democracia parlamentaria»

Pedro Cayuqueo

“Ya en 2013 era uno de los que fumaba opio, como Camilo Escalona calificó a los que abogaban por una Asamblea Constituyente”, señala Pedro Cayuqueo, 45 años, periodista y escritor de la Araucanía. Radicado hace algunos años en Viña del Mar, hoy es uno de los candidatos independientes de la Lista del Apruebo por el codiciado distrito 7.

Reconocido por sus libros sobre la temática indígena, en especial la saga “Historia Secreta Mapuche”, así como por su amplia y variada participación en instancias relacionadas con los pueblos originarios, hoy Cayuqueo compite por un escaño en la próxima convención constitucional. Sus propuestas se sustentan en una visión política basada en experiencias y diagnósticos surgidos precisamente desde el mundo mapuche.

“El movimiento mapuche muy tempranamente hizo un diagnóstico respecto de las causas del conflicto que nos aqueja en el sur. Y entre esas causas estaban las herencias de la dictadura: el modelo económico que afecta a los territorios, el modelo de Estado centralista y unitario que no reconoce otras colectividades como las naciones originarias; y finalmente la propia Constitución de 1980, este paraguas jurídico-institucional que da soporte a esta herencia”, señala Cayuqueo.

-¿Cuál es la alternativa que tu plantearías de desarrollo económico?

Tengo una mirada que es coherente con el paradigma cultural mapuche, en esta discusión no puedo situarme en izquierda o derecha, no comulgo mucho con esa bipolaridad propia del debate entre los no indígenas. Obviamente soy crítico del actual modelo económico pero mis anclajes para esa crítica son de raíz mapuche. El neoliberalismo nos plantea una lógica de competencia y éxito individual, el exitismo, en donde los oficios y profesiones son “carreras”, donde los niños a muy temprana edad compiten por la mejor educación, etcétera. Eso está muy lejos de una visión mapuche de entender la sociedad. Lo que nos define a nosotros como personas, como “che”, como gente, es el ser, no el tener y aquello es un cambio radical de mirada. ¿Por qué no hablar, en la nueva Constitución, de un modelo de desarrollo humano en vez de un modelo de desarrollo económico? ¿Solo nos importa que se desarrolle la economía? Prefiero hablar de un modelo de desarrollo humano que vaya de la mano de un fortalecimiento educativo, cultural e incluso asociado a una trascendencia espiritual de la sociedad en que vivimos. Yo soy crítico del actual modelo de desarrollo económico también por esto último. El neoliberalismo se sustenta en la extracción y exportación de materias primas, un modelo de desarrollo anclado en el siglo XIX y bastante poco sofisticado. Uno se pregunta: ¿Por qué no dejamos de saquear los territorios y comenzamos a respetar nuestro entorno? Para nosotros no son “recursos naturales”, los ríos, los cerros, los bosques y los humedales son nuestros primos y hermanos. ¿Por qué no comenzamos a protegerlos, a cuidarlos y a mimetizarnos con ellos? En eso se basa la cultura mapuche.

-¿Y cómo llevar este cambio de paradigma a tres o cuatro artículos de la Constitución?

Creo que la bancada indígena en la Convención va a promover el reconocimiento de los derechos de la naturaleza. Eso es algo muy de vanguardia en el mundo. Existe en Ecuador desde 2008, también en Bolivia y Nueva Zelanda. Han existido fallos de renombre mundial en los últimos años asociados a esta nueva visión. Un río fue declarado sujeto jurídico hace un tiempo y se le reconocieron derechos respecto de una hidroeléctrica que se quería construir. Chile podría también transitar en esa dirección. Se nos dice que no podemos, que dependemos de las “materias primas” y es falso. La principal materia prima que tienen los países es la inteligencia de su población. ¿Y si en vez de monocultivos forestales cultivamos el cerebro de las futuras generaciones? Pasaríamos de exportar materias primas a exportar conocimiento, tecnología, para mi un claro indicador de una sociedad moderna y desarrollada. En el paradigma mapuche que defiendo el plan B no es el socialismo propiamente tal que muchas veces no es más que capitalismo de Estado. Si alguien me va a plantear que la alternativa a las grandes madereras privadas en el sur es que ahora lo haga el Estado, lo siento, no me parece. Es un cambio de mirada respecto del futuro: dejar de exportar materias primas y pasar a producir conocimiento.

-El reconocimiento en la Constitución de un Estado plurinacional, como propones, ¿qué conlleva respecto del conflicto mapuche?

Hoy tenemos una Constitución que no reconoce, bajo ningún aspecto, a los pueblos originarios. En el principal pacto social entre los ciudadanos con el Estado, nosotros no existimos. Existimos en leyes menores como la Ley Indígena del año 1993 que tiene características de una ley cultural, de bajo rango. Eso debe cambiar, debemos avanzar hacia el reconocimiento explícito de las naciones indígenas. En América Latina, Europa, incluso en España, la “Madre Patria” de muchos chilenos, la plurinacionalidad es reconocida, ya sea de hecho o a nivel constitucional. Este reconocimiento lleva aparejado el ejercicio de derechos políticos, culturales, económicos y sociales para diversas minorías nacionales, no es solo el reconocimiento de la multi o la interculturalidad, va un paso más allá. Los pueblos originarios podríamos, por ejemplo, oficializar el uso y la enseñanza de nuestras lenguas, ser beneficiarios del traspaso de competencias de gobierno desde el Estado, administrar nuestros propios recursos, etcétera. Esto no es nada novedoso, existe hace medio siglo en el llamado “primer mundo” con el cual Chile gusta compararse. En Canadá y Estados Unidos las tribus se autogobiernan, tienen incluso su propio sistema judicial y policía tribal. Una Constitución plurinacional no resolverá en lo inmediato la conflictividad que existe en el sur, pero allana el camino para que este tipo de discusiones sean posibles y mucho más llevaderas en las próximas décadas. La Constitución de 1980 es una camisa de fuerza para todos estos temas.

-Poco se ha conversado el tema de la configuración político-administrativa del Estado chileno en esta nueva Constitución. ¿Qué cambios se deberían hacer?

La Constitución trata básicamente de dos libros: uno aborda los derechos y el otro aborda el tema del poder, de cómo se distribuye o reparte el poder. Muchos candidatos constituyentes se han quedado en el primer libro y han centrado sus esfuerzos de campaña en los llamados derechos sociales como vivienda, salud, seguridad social, educación, etcétera. Pero el libro de la distribución del poder es tanto o más relevante, al punto que determina si los derechos sociales se van a garantizar o no. En este tema también tiendo a ser mapuche en mi análisis. Los mapuche vemos el poder descentralizado; el poder se reparte, no se concentra. Nosotros tenemos múltiples jefaturas por territorios, por clanes y linajes familiares y cada clan es autónomo, ello nos obliga a una constante deliberación interna, a un constante diálogo y negociación. Es un tipo de democracia directa y participativa que maravilló a los cronistas hispanos en tiempos de la colonia y que se mantiene, pese a todo. De allí que no comulgo con una estructura estatal centralista y menos con el presidencialismo extremo que tiene Chile. No me gusta y me atrevo a señalar que tampoco gusta a mucha gente chilena de provincia. Si de mí dependiera y créanme que lo voy a impulsar en la Convención, anhelo un estado federal donde el poder sea descentralizado. Un modelo federal permitiría también territorios autónomos para los pueblos originarios, allí está la llave para resolver el conflicto en el sur.

-¿Y qué opinas de la posibilidad de elegir otras autoridades que no se eligen por el voto popular, como jueces y fiscales?

Adhiero totalmente a esa idea, el poder y la toma de decisiones debe volver a la ciudadanía, ello fortalecerá la idea de que somos una comunidad política. Una de las grandes tragedias de las últimas décadas en Chile ha sido el divorcio entre la ciudadanía y la política. Es una de las causas que nos llevaron a la crisis de 2019 y una forma de resolver aquello es entregar poder a quienes hoy no lo tienen; a las personas, los votantes, la ciudadanía. Por ello adhiero, por ejemplo, a la idea de pasar de un sistema de gobierno presidencialista a uno de democracia parlamentaria. Me imagino un Chile federal, con autonomías indígenas y democracia parlamentaria.

Fuente: Diario La Estrella de Valparaiso.

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