Desde la Colonia han arribado a Chile viajeros con distintos propósitos entre científicos, aventureros y comerciantes. Con la independencia, la llegada de británicos se fue acentuando, hasta formar en Valparaíso una importante comunidad de esta nacionalidad.
Los primeros británicos que desembarcaron en nuestras costas fueron los corsarios ingleses, que atacaron las colonias del imperio español. Durante los siglos XVIII y XIX, descubridores y hombres de ciencia exploraron el mundo en busca de un conocimiento científico que les permitiera obtener un saber enciclopédico. Personajes como John Byron, George Vancouver, James Cook y Robert Fitz-Roy, entre otros, recorrieron el continente americano, aportando datos geográficos y cartográficos sobre Chile y América meridional. Asimismo, algunos británicos al servicio del imperio español adquirieron relevancia en el país, como es el caso del gobernador de origen irlandés Ambrosio O’Higgins.
Durante el período independentista sobresalió la figura de su hijo Bernardo O’Higgins, educado en Inglaterra, quien fue pro-británico durante toda su vida. Oficiales navales y militares ingleses lucharon codo a codo junto a los chilenos contra las fuerzas realistas, mereciendo especial consideración el papel de la oficialidad naval británica en la formación de nuestra Armada, como fue el caso de Lord Thomas Cochrane, influencia que permanece vigente hasta la actualidad.
Al comenzar el siglo XIX, el surgimiento de la República y su declaración de libre comercio, atrajo a cientos de británicos a nuestro país. Estos viajeros ingleses concurrieron, en algunos casos, atraídos por su afán científico o aventurero. Sin embargo, la gran mayoría fueron comerciantes o representantes de casas de comercio británicas que se instalaron en los principales puertos del país y rápidamente tomaron el control del comercio exterior y las áreas más dinámicas de la economía.
Surgió así una próspera comunidad británica en el puerto de Valparaíso, en el norte salitrero y en Magallanes. Otros grupos se instalaron en Santiago y Concepción. Según datos censales en 1854 había dos mil británicos en Chile y más de diez mil al comenzar el siglo XX. Si bien reducidos en número, su influencia como elite económica y mercantil los situó en una situación de privilegio en el país. Formaron una comunidad cerrada que se expresó en inglés y recreó un estilo de vida propio en espacios. Según Francis Maitland, demostraron «una especie de superioridad insular y, por lo general, se enorgullecen un tanto de ser profundamente ignorantes sobre la gente, el país y su idioma». Esta comunidad comenzó a perder su influencia en la segunda década del siglo XX, cuando Estados Unidos desplazó a Gran Bretaña como principal socio comercial de Chile.
Los descendientes de inmigrantes británicos se estiman en 700.000, aproximadamente un 4% de la población chilena.
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