El académico, autor de Chile actual: Anatomía de un mito, recibió ayer el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. El jurado reconoció el “impacto” de su obra “en el desarrollo del pensamiento social y político” en el país.
Tomás Moulian Emparanza (75) llegó al Ministerio de Educación de tenida más bien deportiva y mochila al hombro. Pasadas las 11.00 figuraba en la biblioteca de la U. Academia de Humanismo Cristiano, preparando un curso sobre el sistema de partidos políticos en Chile. Pero lo llamaron para informarle que había ganado el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. Y partió al Mineduc.
Una vez en el ministerio le confirmaron la decisión que tomó el jurado presidido por la ministra de Educación, Adriana Delpiano, e integrado además por el rector de la U. de Chile, Ennio Vivaldi; el rector de la U. de Valparaíso y representante del Cruch, Aldo Valle; el presidente de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales, José Luis Cea, y la Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2013, Sonia Montecino. El reconocimiento, al que también postulaban académicos como Luis Riveros, Grínor Rojo y Bernardo Subercaseaux, recayó en el sociólogo, “en atención a la configuración sistemática y rigurosa de su obra y el impacto que ella ha tenido en el desarrollo del pensamiento social y político chileno”. También, por “su fidelidad al oficio de intelectual público y por representar en todo momento una posición reflexiva frente a la realidad, desde una independencia académica e institucional.”
Frente a la prensa, el galardonado fue en primera instancia más conciso que locuaz, pero no ocultó los sentimientos que lo embargaban. “Agradezco mucho al jurado y espero continuar adelante en mi tarea intelectual. Estoy muy contento, pero sobre todo, muy emocionado”. Interrogado por la prensa, acto seguido, señaló que “aquellos a quienes se nos asigna el nombre de intelectuales, tenemos una responsabilidad frente a la sociedad: plantear las cosas que se piensan, intentar discutir”.
Fue el último Premio Nacional que quedaba por entregar este año. Y su receptor es una figura cuya influencia ha trascendido largamente el espacio académico al que en principio pudo estar confinado.
Superventas y precandidato
Lo de “intelectual público” es mucho más que un decir en el caso de Moulian. Nacido en Santiago, en 1939, hizo sus estudios en la recién nacida Escuela de Sociología de la U. Católica. “Pertenece a la generación fundadora de la sociología en Chile”, recuerda su colega Manuel Antonio Garretón. “Realizó investigaciones muy tempranamente y fue uno de los más importantes intelectuales jóvenes de la generación de los 60 a través de sus escritos y trabajo docente”, añade Garretón, que obtuvo el mismo premio que Moulian el 2007 y fue uno de los nombres que lo apoyó en la presente postulación.
A mediados de los 60, el sociólogo realizó estudios de posgrado en la universidad belga de Lovaina y, de vuelta en Chile, regresó a la UC, donde se incorporó al Centro de Estudios de la Realidad Nacional (Ceren) y, entre 1967 y 1968, dictó cursos y seminarios de marxismo. “Rápidamente se transformó en uno de los profesores más destacados y en sus cursos y escritos contribuyó a la creación de una visión nueva de la sociedad chilena, especialmente de la política”, agrega Garretón, por entonces director del Ceren.
En aquellos años, acompaña a los jóvenes democratacristianos que dejan el partido y fundan el MAPU, que tuvo particular influjo en sociología de la UC. Tras la derrota del proyecto socialista al que adhirió en 1973, Moulian une sus inquietudes sociológicas a un interés por la historia política que considera no sólo mirar la UP en un contexto temporal amplio, sino también entender el funcionamiento y la lógica de otros sectores políticos. Así es como, al alero de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso, donde fue profesor entre 1974 y 1994, y director entre 1990 y 1991), escribió obras como La Unidad Popular y el conflicto político en Chile (1983, en coautoría con Garretón) y Discusiones entre honorables. Las candidaturas presidenciales de la derecha 1938-1946 (1987, en coautoría con Isabel Torres Dujisin).
Los 90 lo vieron como académico de la Universidad Arcis, donde junto a dirigir su centro de investigaciones y llegar a rector, crea líneas editoriales en ciencias sociales. En este contexto publica una obra que estuvo a la cabeza de los rankings y fue punta de lanza de cierto malestar cultural con la transición democrática.
Chile actual: Anatomía de un mito (1997) hurgó en el país que quedó tras la triunfante “revolución capitalista” del período dictatorial. La obra pasa revista a la “materialización de una cópula entre militares, intelectuales neoliberales y empresarios nacionales o transnacionales”, así como a un “blanqueo de Chile”: una “compulsión al olvido” cuya etapa superior es el consenso político. El volumen vendió sobre los 30 mil ejemplares. Tamaño éxito palideció, sin embargo, ante los 64 mil facturados por el opúsculo El consumo me consume (1998).
La década siguiente lo tuvo de precandidato presidencial: generalísimo de la campaña de Gladys Marín, en 1999, se presentó en 2005 como la carta del Partido Comunista, aunque finalmente bajó su candidatura en favor de la de Tomás Hirsch. Pero de la arena pública no se retiró: marchó con los estudiantes en 2011 y el año pasado criticó el “repliegue” de los intelectuales ante las cuestiones públicas.
“No ha habido otros sociólogos que se hayan movido con tanta facilidad en distintas áreas de la investigación”, observa el historiador Gabriel Salazar. En tanto José Bengoa, que estuvo tras su postulación, sentencia: “Logró descifrar que el éxito del modelo chileno estaba lleno de contradicciones, y esas contradicciones iban a llevar a futuro a crear muchos problemas mayores. Se adelantó a su tiempo”.