Dice que la advertencia del PC de dejar la NM fue una «amenaza explícita», y que el resultado del cónclave es que la Presidenta optó por reafirmar el programa. Descarta proyectar ahora a la coalición y afirma que «la participación de la DC en la Nueva Mayoría sigue siendo muy compleja».
El senador y ex presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker, no está para nada contento. Dice que en el cónclave se perdió la oportunidad de precisar a qué se refería la Presidenta Michelle Bachelet cuando habló de ‘realismo sin renuncia’ y reconoce que hay un “dejo de frustración” por los resultados de la cita. Para Walker el triunfador es claro: el Partido Comunista.
El parlamentario cierra toda posibilidad de pensar ahora en la proyección de la Nueva Mayoría, ya que dice que antes “hay que hacer bien la pega”.
Luego del cónclave, ¿triunfaron quienes apostaban por la no renuncia al programa en desmedro de quienes defendían el realismo?
Tenemos un equipo político, pero no un relato y un libreto para el segundo tiempo. Quedó como tarea para la casa, hay tareas pendientes desde el punto de vista de aterrizar este concepto. Tiendo a pensar, tal vez por la especulación que hubo después del consejo de gabinete y por las expectativas frente al cónclave, que la Presidenta optó por una reafirmación programática enfatizando el ‘sin renuncia’.
Uno puede decir derechamente que no se explicitó a qué se refiere el realismo. De hecho, ni siquiera pudo hablar el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, que fue una cosa difícil de entender, porque las restricciones o el realismo aluden principalmente a la realidad económica. Quiero pensar que éste es un concepto equilibrado el de ‘realismo sin renuncia’, que hay mucha tarea por hacer en las definiciones y aterrizaje del concepto, pero no puedo negar que nos fuimos con la sensación de que se perdió la oportunidad de aterrizar este concepto.
Jorge Burgos fue uno de los impulsores de la gradualidad, concepto que tras el cónclave no se tradujo en nada concreto. ¿Quedó debilitado el ministro del Interior?
Nunca hay que olvidar que el segundo tiempo fue una decisión de la Presidenta. Ella hizo el cambio de gabinete, ella nombró a Jorge Burgos como ministro del Interior, ella tuvo la reunión con su gabinete donde les bajó la cartilla con el concepto del ‘realismo sin renuncia’. Entonces era dable esperar que en la primera reunión entre Gobierno, Parlamento y partidos ese concepto iba a adquirir un cierto contenido, y eso quedó pendiente. El ajuste supone sincerar, priorizar, jerarquizar, concretar, y eso no estuvo muy presente en esta reunión.
¿Qué hicieron entonces en el cónclave?
Lo que hicimos fue escuchar a la Presidenta. Ella abrió y cerró la reunión, y el mensaje que nos transmitió fue de reafirmación programática. Por lo menos es bueno saber qué es lo que está pensando ella. Y efectivamente se hizo cargo de los matices que existen en nuestro conglomerado, pero ella también dijo “aquí decido yo”. Y ella optó por una reafirmación programática. Me imagino que en la implementación de este concepto de ‘realismo sin renuncia’ vamos a ir descubriendo cuáles son los ajustes que esto va a requerir. Porque se creó una expectativa con este cónclave, y hubo un cierto dejo de frustración, en el sentido que la base de apoyo político de la Presidenta, que somos los partidos y los parlamentarios, pensábamos que iba a haber un ejercicio más sistemático de aterrizar y darle contenido a este concepto. Eso quedó pendiente.
¿Quién debe hacerse cargo de esa tarea pendiente?
No sé cómo se resuelve, porque ésta era una buena oportunidad para explicitar esa definición. Quiero dejar muy en claro que ninguno de nosotros quiere renunciar a los compromisos, estamos todos en el mismo barco. Aquí no están los que son partidarios de las reformas y los que no.
Pero también hay reparos a las reformas y sus diseños…
El problema no han sido las reformas ni sus objetivos, el problema ha sido la forma en que hemos intentado llevar a cabo esas reformas: con mucho ruido, con mucho trastorno, sin trabajo prelegislativo suficiente, con muchas licencias verbales. Hemos dejado muchos heridos en el camino en el primer año.
¿Se produjo un reacomodo de fuerzas al interior de la Nueva Mayoría?
Jamás se le habría ocurrido al PDC convocar a una junta nacional para discutir si seguimos o no seguimos en el Gobierno. Nosotros somos un partido leal de principio a fin, hasta el último día de Gobierno, en las buenas y en las malas. En cambio, el Partido Comunista después del consejo de gabinete convocó a un congreso partidario y su presidente, Guillermo Teillier, dijo expresamente que una de las cosas que iban a discutir era si seguían en la Nueva Mayoría. Siempre pensé que estaba “blufeando”, pero logró un objetivo. Esta reafirmación programática el Partido Comunista la sintió como una reafirmación propia.
Es decir, la Presidenta acogió la amenaza del PC de una posible salida del conglomerado…
El Partido Comunista es libre y autónomo para hacer lo que quiera y yo no voy a pautear a la Presidenta. Pero evidentemente aquí hubo una amenaza, no velada, explícita, por parte del PC, al decir que si esto no se aclara, iban a decidir si seguían o no en el Gobierno. Es una frase muy fuerte desde el punto de vista de un conglomerado que tiene un acuerdo político programático. El Partido Comunista se salió con la suya, porque lograron lo que querían: una reafirmación programática.
¿Cambia ahora la relación entre el PC y la DC?
No tengo ningún reproche que hacer al Partido Comunista el primer año de Gobierno. Actuaron como una fuerza seria, responsable. Hasta marzo no hay nada que reprochar al PC. Sin embargo en estos tres meses de agitación social ha vuelto a surgir la interrogante en torno a hasta qué punto uno puede estar con un pie en La Moneda y otro en la Alameda. Al PC se le ha ido complicando la pista en su propio sector: vuelve Cristián Cuevas de España, a Jaime Gajardo se le complica la cosa en el Colegio de Profesores. Está la tentación de un pie en la Alameda y un pie en La Moneda, que en el fondo es un pie en el Gobierno y un pie en la oposición.
¿En qué pie queda la DC?
Hemos ido perdiendo nuestra base de apoyo y eso es particularmente grave para el partido, porque la gente nuestra es la que más se aleja y piensa de nuevo cuáles son sus posiciones. Esto deja a la DC en una situación difícil: siendo el partido mayoritario de la Nueva Mayoría es donde más migraciones de adhesiones se pueden dar hacia el mundo independiente o la centroderecha.
¿La DC está cómoda con su actual posición y espacio de incidencia que tienen en el Gobierno y el conglomerado?
Nada ha sido fácil. Al comienzo del Gobierno no fue fácil marcar nuestra impronta y nuestro punto de vista, lo que yo llamé “matiz” y que causó revuelo. Pero en el primer año de Gobierno nos hicimos respetar, no fue fácil, y para mí fue particularmente ingrato. Siento que la DC comparte una preocupación, en el sentido de que no vaya a ser cosa de que no estamos leyendo las señales que sistemáticamente nos está enviando la ciudadanía en los últimos cuatro meses. Eso sería grave porque nos quedan tres años de Gobierno.
¿Está en duda la institucionalización de la Nueva Mayoría?
Ni hablar de institucionalización mientras no seamos capaces de sortear esta valla de un Gobierno inédito en su composición, con altos niveles de ambición, que enfrenta muchas restricciones en el orden económico. Por lo tanto, antes de pensar en proyectar la Nueva Mayoría hay que hacer bien la pega. Tenemos que demostrar desde el Gobierno que esta Nueva Mayoría es capaz de entender su diversidad interna y que aquí no se pueden permitir intentos hegemónicos de una fuerza política respecto de otra al interior de un conglomerado donde tiene que imperar el respeto mutuo. La participación de la Democracia Cristiana en la Nueva Mayoría sigue siendo muy compleja.
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